CARRETERA 200 SUR (II) (Relato en un Confinamiento)



Como en aquella película de Ridley Scott, en la que dos mujeres buscaban la libertad, pero sin el hechizo de esos dos personajes, recorremos este paisaje rojo, desolado, pero enormemente atractivo. Nos encontramos en la 191, y es llegando a Crescent Junction donde volvemos a decidir que el oeste es nuestro vector de dirección. Nuestro nivel de decisión se encuentra a la altura de las caóticas grietas del asfalto, pues los interludios de la ruta los dejamos al azar.
Afortunadamente J.J. Cale entra en el habitáculo, y me siento como Thelma, eso sí, intentando no mirar hacia mi derecha. En estas cruzamos Green River, después de haber parado instantáneamente a comprar bebida, sin alcohol, joder, y tomamos la I-70, siempre dirección oeste. A unas 30 millas de Green River, nos topamos con un cartel turístico anunciando algo así como Dutchman Arc. La extraña conversación de Don, así se llama mi Louise particular, me obliga a marcar cierta distancia y a evadirme de ciertos ritos oriundos y de atrocidades de conquistadores.
Decido tomar un camino polvoriento, ciertamente inquietante, hasta llegar a una formación rocosa, dibujada en rojo sobre el cielo azul, cada vez menos, dadas las horas.
Salgo rápido, sin dar explicaciones, no sin antes coger dos cans y mi Hohner, por si acaso.
Es un sitio turístico, a tenor de los carteles explicativos cercanos a dicha formación, sin embargo tengo la suerte de no toparme con nadie. De cerca, a solas, y con el viento como compañero, la extraña formación me dice que me quede un rato, que no me va a defraudar.
Efectivamente, los últimos rayos del sol, cada vez más débiles, inundan de luz y color la zona. Increíble paradoja. Mientras las estrellas empiezan a saludar tímidamente, decido seguir haciendo compañia a Dutchman.
No hace tanto frío aquí fuera, como dentro del coche...

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